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lunes, 19 de enero de 2009

Lágrimas, juicios y ódio.


Han pasado dos años, dos meses y algunos días, y el arroyo de sus lágrimas que el recuerdo crea, no lo secará ni el tiempo que todo lo puede. Sin embargo, es la rabia la que mantiene en alto el estandarte de la venganza, de la cual se alimenta la bestia que habita en sus entrañas cuando viene a su mente aquella traición que dejó partido en mil pedazos su corazón, su alma, su amor. Llora de impotencia, porque se encuentra vacío. Él, que dio todo lo que tenía, que no sentía si ella no sentía, que se creía mitad de un mismo sueño, no pudo ver el engaño que al final de aquellos días pasaba por delante de sus ojos. Sus ojos que entonces tenían la mirada de un niño incapaz de pensar que hay personas que hieren con el mero hecho de existir. Aquella mirada que ya no volverá, como no volverá a nacer, como no volverá a querer como entonces, como aprenderá a vivir con el alma rota y desangrándose poco a poco hasta el último de sus días…..Pero, el Dios de mi ateísmo, al que tantas veces nombro y que tanto le gusta retorcer las miserias de los que quizás menos se lo merezcan, puede ser tan mezquino con unos como generoso con otros. Ella desde aquella época no dejó de sonreír, de amar, de vivir. Hubo alguien que llegó en el momento preciso en que las cartas del destino dejaron una mano ganadora en su mesa y no pudo resistirse a ser feliz. Y nosotros, solo mortales, tan asquerosamente débiles por dentro, somos los jueces de la sin razón y los abanderados de la hipocresía…….Y pese a todo, se me hace un nudo en el estómago cuando veo a un tipo tan bueno como cándido, derramar sin consuelo esas lágrimas que nacen directamente del odio que cada mañana vuelve a crecer en su interior cuando despierta consciente de que ella nunca volverá.

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