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viernes, 14 de noviembre de 2008

Poetas, mentiras y orgullo.


Sé de unos lunáticos, sinvergüenzas, poetas y en lo peor,....hombres. Sé de la debilidad del amor y los sentimientos, de la incomprensible y absurda ceguera que nubla hasta las mentes más lúcidas. Cuando algo que se cree amor se combina con orgullo masculino se consigue un cocktail tan antiguo como peligroso. Los hombres son gatos hermanos bajo el influjo de la luna, son soldados de un mismo bando en el lupanar de los sueños. Al asalto de una mentira piadosa la cual siempre tiene un precio. Un producto conocido, una mercadería sin tapujos, que algunos creen realidad alimentando sus almas con cortinas de falso amor y sexo de mancebía.

Todo hasta aquí discurre entre vinos y poemas, entre ocurrencias de borracho y osadías de camarada, pero siempre escondido observa el enfermizo y diabólico orgullo. Lunas adelante el más sinvergüenza de los poetas apura otra noche oscura, y solo, esta vez busca el amor de una diosa la cual jugo la partida con el mejor de sus amigos.


Hay sonatas por el viento que publican las vivencias, y acuden antes que a ningún sitio a los rincones a los que jamás deberían de llegar. Es cuando el orgullo enciende la llama de la estupidez. El poeta amigo, lunático de correrías, sinvergüenza y hermano, nota el costado herido, como una puñalada mal encarada. Sin juicio para entender el desatino de su ira, arremete contra el hermano, el más sinvergüenza de los poetas, el más solitario de los gatos. Y el cruce de las navajas termina con una única victoria, la del orgullo adictivo, enfermizo y masculino.

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